Anoche soñé que me tenía que tomar el 44. Pero no me acordaba si iba a ser azul y rojo como antes, o verde y blanco como después de que lo comprara la 28. Eso extraño. El olor de las fiambrerías. Las de los almacenes o las que están al fondo de los chinos. Una mezcla de olor a salchichón y jabón en polvo. Extraño el olor de los Laverrap. El olor del subte. Cruzarme a alguien por la calle y verle cara conocida pero no acordarme de dónde. El olor a la madera que cae del sacapuntas, que había en el hall de entrada de uno de los colegios en los que trabajaba. Extraño el peligro cotidiano. Tener que mirar antes de cruzar la calle. Evitar algunas calles por la noche. Las baldosas flojas. Apurar el paso en una calle vacía. Extraño una calle vacía. Hace unos días me pareció escuchar que alguien gritaba ‘parenlá de una vez’, pero era un hombre pidiéndole a otro, en japonés, que posara para una foto. Extraño saber qué libro está leyendo el pasajero de al lado. También extraño el olor del cajón de la cocina de la casa de mi bobe. El cajón donde guardaba los cubos con letras para volver enseñarle a mi zeide las palabras que perdió cuando una parte de él se fue muy lejos. Y la bola de nieve de su aparador del living, recuerdo de Nueva York. La dabas vuelta y nevaba brillantina sobre la estatua de la libertad. Está en mi casa ahora, allá del otro lado. Y tengo guardadas en cajas y valijas muchas otras bolas de nieve, una de cada ciudad en la que estuve.
Otras ciudades. Con otras calles. Otras caras. Otros idiomas. Otros olores.
lunes, 17 de marzo de 2008
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6 comentarios:
Extraño el peligro cotidiano. Eso sí que no.
El resto, que sí que no.
No se extrañan unos cuando hay otros. Los peligros son así. Pero cuando la oferta de mercado es cero riesgo, la vida empieza a parecer un poco de mentira.
Tama, me encanta tu pequeño-gran textom, lindo lindo
quise decir muy lindo lindo
Lo de la pileta me parece fascinante, cómo puede ser que sean tan ordenados!! es de película.
En qué idioma hablas con los viejitos?
Gracias Andre!!! Con los viejitos era muy divertido, porque sólo uno hablaba inglés, entonces el sistema era así: Mientras yo venía nadando desde un borde de la pileta, los viejitos, que estaban siempre parados charlando en el otro borde, le decían en japonés al que sabía inglés, lo que querían preguntarme. Cuando yo llegaba al borde donde estaban ellos, el viejito me lo preguntaba en inglés, yo le contestaba también en inglés y, cuando me iba nadando para el otro lado, el tipo les traducía mi respuesta al japonés a los demás. Entonces yo, cuando llegaba al borde, sacaba la cabeza del agua y miraba la reacción de los viejitos del otro lado, que me sonreían, me hacían señas o me asentían con la cabeza. Siempre, al volver al borde en donde estaban los viejitos, había alguno repitiendo alguna de mis respuestas tipo: "Arguenti, Arguenti", que es como se dice Argentina en japonés...
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