domingo, 16 de septiembre de 2007

NADAR

Porque nadar tiene tanto que ver la nada.
Porque el bajoagua invoca a la soledad más absoluta.
Porque bajo el agua es posible escucharse por adentro en un sentido descarnadamente no poético. La respiración. Los ruidos de la panza. Los clacks de las rodillas y las ingles.
Porque cuando nado no toco el piso pero igual avanzo. Y mi cursilería cree que vuelo en la espesura.
Porque soy un pez de piscis.
Por todas esas cosas, cada una de las piletas en las que me zambullo, lleva el nombre de la nada en la que nado.


PILETA 1,Tokio:
Konami Sports o “La felicidá”:


Obviamente no fue fácil encontrarla.
Tuve que averiguar en dónde había una que quedara cerca de mi casa. Los conserjes de hoteles suelen ser buenos para eso, hablan inglés y conocen el barrio. Tuve que memorizar el nombre Konami Sports mientras atendía las indicaciones del conserje que me señalaba un punto a la lejanía y me decía el nombre de la estación de subte al que correspondía. Tuve que buscar infructuosamente por los alrededores de dos de las salidas de la estación. Tuve que desistir de buscar por los alrededores de las otras ocho salidas. Tuve que buscar en internet el nombre del gimnasio sin estar segura de que fuera Konami, Kolani o Komani Sports. Tuve que descifrar el mapa en Japonés de la página web y reconocer las formas de las calles en mi mapa angloparlante (en todo Japón no hay manera de orientarse sin un mapa, las calles no tienen carteles con los nombres, ni hay números en las entradas de las casas. Sólo los carteros conocen las direcciones. Cuando alguien quiere indicar en dónde queda alguna cosa, entrega un mapa de la zona señalando referencias, es la única manera y es así para todo el mundo). Tuve que recorrer de ida y de vuelta las coordenadas marcadas en mi mapa. Mirar cada una de las puertas, los negocios, los edificios. Tuve que preguntarle a los vecinos, entrar en tiendas. Tuve que seguir sus señas que indicaban siempre el mismo punto, en donde no se dejaba ver ningún Konami. Tuve que creer que Konami Sports no existía. Y tuve que cruzarme y encarar como último recurso, a esa florista tan amable, que tuvo la feliz idea de dibujarme un mapa señalando el mismo punto que todos me habían indicado, pero escribir “B1”, al pie del papelito. B1. Primer subsuelo. Edificios que parecen de oficinas, están habitados por negocios, bares, restaurantes, peluquerías… y también gimnasios...


Konami Sports, o La felicidá fue mi primera y más querida pileta japonesa. Para asociarme tuve que llenar un formulario mucho más complicado que los que completé para conseguir la visa. Pero lo logré…Nadé chocha en esa pileta que, como todas las de Japón tiene más andariveles para caminar que para nadar. También conseguí nadar sin cerrar los ojos sobre la zona de buceo que tiene cinco metros de profundidad, todos de golpe, y hasta pude disfrutar de las burbujas que subían de los tubos de oxígeno. Sequé la malla en el secamallas eléctrico. Me duché con las duchas dosificadas que tiran agua durante diez segundos después de mover una palanca, y empapé la toalla por darle codazos no intencionales a la misma palanca. Entendí que acá no se entra a los vestuarios con zapatos. Y que tanto zapatos como bolsita con jabón, champú y toalla, pueden dejarse en estantes sin miedo a que nadie te los robe. Que los guardavidas son igual de langas en cualquier parte del mundo. Que nadie te pasa en la pileta aunque estés nadando a velocidad tortuga. Que las japonesas prefieren usar mallas de dos piezas consistentes en una remera y una calza que cubren todo, todo, todo; pero que no tienen ningún pudor en exhibirse y pasearse desnudas dentro del vestuario, tengan la edad que tengan. Que se puede nadar en cualquier idioma. Y sobre todo, me deleité oyendo, entre brazada y brazada, la versión en japonés del tema de Palito Ortega “La felicidá, a, a, a, a”, que usaba la profesora de aquawalk para hacer caminar a sus alumnos en el andarivel de al lado.






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